Quienes pescan de costa saben que a medida que se internan y avanzan en el agua aparece la primera rompiente. Detrás de ésta se encuentra la primera canaleta, la segunda rompiente, la segunda canaleta y así sucesivamente hasta internarse en aguas profundas.
De día, los grandes peces no frecuentan la costa y sólo de noche se acercan a la orilla en busca de alimento: almejas, mejillones, cangrejos o pequeños pecesitos, como cornalitos y anchoítas. Lo hacen en horarios en que los bañistas ya abandonaron el agua y en que el sonido del mar y de las olas vuelve a ser protagonista.
De costa, sin viento y en condiciones óptimas, un pescador experimentado con un equipo apto para lanzar a grandes distancias puede llegar a arrojar su línea de pesca hasta setenta metros, alcanzando de esta manera como máximo la segunda o tercera canaleta, cuya profundidad no supera los dos o tres metros. Pero en general, los peces no se encuentran tan cerca, por lo que los muelles de la costa constituyen la solución al problema de la distancia.
Con una costa muy bien poblada de especies como corvinas, pescadillas y brótolas, entre otras igualmente codiciadas, la zona de San Bernardo se presta apta para la práctica de pesca deportiva atrayendo a los pescadores apasionados, amantes de la tranquilidad y el silencio.
Desde el muelle de la ciudad, con caña y mediomundo, o apostando a pintorescas embarcaciones que se internan en el mar en busca de mejores piques, los aficionados podrán capturar en las aguas sanbernardinas desde besugos, palometas y meros, hasta lenguados y abadejos.
La Lucila del Mar, lindante a San Bernardo, anexa a esta propuesta deportiva, su extenso muelle de madera iluminado artificialmente de modo de permitir e influenciar la pesca nocturna.