En el trayacto no encontramos ni un quiosco a la vista. El pequeño pueblo de El Soberbio es un paso obligado hacia los saltos. Pasándolo 40 kilómetros, a mitad de camino, puedes detenerte en la posada La Bonita, una cabaña sumergida en la selva que no teme la-redundancia y desde su parque tienes la imagen ininterrumpida de una cascada cristalina. Emprendiendo el recorrido desde la posada, el sendero se vuelve cada vez más agitado y apruebas aquella recomendación de desayunar liviano. La espesura se cierne, devorando el horizonte en cada curva, hasta que el rugido ensordecedor del agua anuncia lo que ya es evidente a esa altura de la peripecia: estás parado al pie de las cascadas más largas de América. La presencia imponente de este prodigio del Parque Moconá, ahora comprendes, no puede mediatizarse: las fotos previas son apenas una sombra de ese desfiladero natural y el sentimiento que domina es la estupefacción. En idioma Guaraní Moconá significa "lo que todo lo traga", una antigua y sabia metáfora que explica el admirado estupor que provocan 3 kilómetros lineales de cataratas, con saltos de hasta 20 metros. Situada al este de la provincia de Misiones, en el borde del río Uruguay, se yergue este orgullo natural que nada tiene que envidiarle a la temible "Garganta del diablo", ubicada en las Cataratas del Iguazú. Siete kilómetros antes de los saltos se encuentra el Refugio Moconá, un paraje rústico pero cómodo para pasar la noche. Allí puedes alquilar equipos para disfrutar los recursos naturales de la Reserva (kayak: 15 pesos la hora en el arroyo Yabotí; bote de goma: 36 pesos los 20 minutos para vivir la fuerza del agua en caída libre). En ocasiones, el río y la jungla complotan contra los visitantes, pero sus habitantes a veces pierden la timidez y se exponen al gatillo de las cámaras. Tal vez entonces puedas capturar la fisonomía de un coatí, de infinidad de aves o de algún lagarto overo.
Sólo hay que estar alerta, los saltos de Moconá nunca se mudarán pero siempre existe la posibilidad de que alguien cierre la canilla. |